Albox orígenes

Escudo Albox

Le duelen las entrañas a la Sierra porque añora la plata que le arrebataron durante miles de años. Fueron los fenicios los primeros en comerciar la plata de España a gran escala dice el ingeniero Luis Siret: "España, tierra nueva e ignorante, Tarsis, la rica en plata, explorada por el comercio, la audacia y las armas de los fenicios, su botín enriqueciendo a Sidón y Miceras, he aquí el cuadro de finales del Neolítico trazado por las excavaciones". Conocieron los fenicios la existencia de ricos yacimientos de plata cuyo valor ignoraban los indígenas y que ellos compraban a precio ínfimo para revenderlo muy caro en Asia o Grecia, y era tal su abundancia en el mercado que, no pudiendo cargarla en sus navíos, llegaron a cortar sus anclas de plomo para cambiarlas por otras de plata.

La parte de España dominada por Fenicia dice Siret coincidía con la Andalucía actual, y su eje, el Guadalquivir, por cuya desembocadura podían penetrar, aunque esto los obligaba a flanquear las columnas de Hércules y alargaba mucho la navegación. Por eso querían buscar una ruta más directa y breve siguiendo el lecho de los ríos, generalmente secos.Fundada Bario, tal vez pensaron en seguir el curso del Almanzora, pero esto presentaba dos inconvenientes: el difícil embarcadero de Villaricos y la ausencia de una buena plaza defensiva en la cuenca del Almanzora. "He remontado el valle" dice Siret "y sólo he encontrado varias aldeas neolíticas sin importancia estratégica.

Santuario del Saliente

Santuario del Saliente

Citamos estas palabras de Siret porque pensamos que no puede descartarse la posibilidad de una segunda vía de penetración siguiendo el valle del Almanzora hasta la confluencia de la Rambla de Albox para seguir el lecho de este afluente, atravesar la sierra por las Bocas de Oria y llegar al valle del Guadalquivir en la aldea de Vertientes.

En apoyo de nuestra hipótesis, digamos que, hasta el pasado siglo, se utilizó esta ruta, como lo demuestra el legajo documentado en el archivo municipal relativo a una reyerta habida con arrieros de Cuevas de Almanzora que llevaban sus bestias cargadas con barrilla para venderla en Andalucía como detergente y hacían su viaje a lo largo de la rambla de Oria. Esta pudo ser muy bien la ruta que buscaba Siret y en ella podemos encontrar varias fortificaciones neolíticas que él no localizó porque acaso no exploró la rambla de Oria, ya que, de haberlo hecho, habría encontrado en una zona muy reducida nada menos que cuatro de ellas que aseguraban el control de este paso hacia Andalucía.Son las siguientes: El Picacho, torre natural defendida por una muralla de piedra seca al N-0 e inaccesible por el Oeste, para caer a pico sobre la rambla en el resto del recinto.

Próxima a la anterior está la aldea del Villar, y en ella aparecen las ruinas de dos fortificaciones llamadas el Castellón y el Castillo de la Balsa Vieja. El primero es un poblado neolítico con agua abundante, ciudadela, alcazaba y necrópolis y defendido por una muralla de más de 500 metros. El Castillo de la Balsa Vieja, peor conservado, está cerca del anterior en una montaña de difícil acceso, pero la más importante es sin duda el Castellón de Olías, cercano a los anteriores, bastante bien conservado y casi inexpugnable.

Todas estas fortificaciones, tan cercanas unas a otras, debieron de estar relacionadas con la ruta que comunicaba las costas mediterráneas con el valle del Guadalquivir. Hace miles de años que el hombre empezó a luchar por la vida en esta tierra. Son tan abundantes los testimonios que nos ha dejado de su paso sobre ella, que todo el valle del Almanzora podría ser considerado como un inmenso museo a cielo abierto.

Plaza de San Francisco

Plaza San Francisco

Esta abundancia de materiales, que aflora muchas veces a la superficie, está pidiendo a voces la creación de un museo comarcal que debería acoger tantas muestras dispersas en manos de simples aficionados, cuando no de aprovechados traficantes. Había allí varias hachas de piedra recogidas en la gruta del Saliente y en el Cerro de las Copas, microlitos de las gredas de Partaloa, restos de cerámica neolítica, ibérica, fenicia, griega, romana y árabe, hallados en el Cerro del Castillo.

Había también un vaso argárico del mismo origen, un hacha de bronce, monedas de cobre ibéricas, romanas y árabes, y una hermosa moneda de oro que mostraba en su anverso la estrella de David, lo que hacía bien patente su origen hebreo. Casi todo esto desapareció en una noche.Esperemos que las nuevas generaciones puedan realizar esta empresa antes de que desaparezcan definitivamente los restos arqueológicos aún existentes y el material etnográfico ya perdido en su mayor parte.

¿Queda todavía por ahí alguno de aquellos cuatrocientos telares que había en Albox a mediados de¡ pasado siglo? ¿Habrán desaparecido ya todas las mesas de alpargatero o las ruedas que usaban los hileros para hacer los cordeles de cáñamo? ¡Aún se conserva el nombre del oficio en una de las calles de La Loma! El hombre aprendió a escribir y empezó la Historia: iberos, celtas y celtíberos, griegos y fenicios, cartagineses y romanos, vándalos y bizantinos, moros y cristianos. 0 bien: Aníbal y Escipión, Mario y Sila, César y Pompeyo, Muza y Don Rodrigo... Y nuestra tierra sigue regándose aunque no llueva, que, a falta de lluvia, buena es la sangre derramada. ¡Es la historia de siempre!

Por eso, vamos a dejarnos de historias e intentar tomarle el pulso a la vida pasada. No lo buscaremos en esa espuma histórica que recogen los historiadores, sino en esos capítulos inéditos de la «Infrahistoría» que, como decía Unamuno, guarda la esencia de los pueblos.

En esos pliegos empolvados y amarillentos pudimos sorprender el pánico de un pueblo que abandona sus casas semiderruidas por el terremoto para dormir a cielo raso en las orillas de la rambla, el entusiasmo patriótico de un pueblo que aclama a Fernando VII y se apresta a luchar contra el invasor francés, que nombra su «Junta de Defensa y Fortificaciones» y se prepara para la lucha que se aproxima, que crea dos compañías de «milicia honrada» y que nos presenta figuras como la de Juan del Pino y Riquelme, capitán de la segunda compañía, que luchará a su mando contra las tropas imperiales en todo el valle de Almanzora y en la Sierra de Filabres.

Monumento al Arriero

monolito

Allí encontramos pruebas de resistencia pasiva como el de Felipa Castillo, soltera, "de estado honesto", Esteban Navarro Granero, Sebastián Alfonso Olier, Domingo López García, Benito Galera Cerrillos, María García García, Andrés Pérez García, Juan Porcel García, Francisco González (soldado) y dos hombres más sin Identificar que murieron a manos de las tropas francesas, por lo que no recibieron sacramentos ni hicieron testamento, según consta en el Libro IX de enterramientos de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Albox, a partir del folio 278.

Llamamos la atención sobre sus apellidos que siguen vivos en Albox hoy día y sobre el hecho de que fueran simples paisanos, gente del pueblo, entre los que se contaban dos mujeres ya que se aclara que uno era soldado. La lucha tuvo lugar el día 20 de Julio del año 1810. Aparece en el legajo un oficio del general Blake para avisar a Freyre, Comandante General de Caballería de Lorca, para que admita a Juan del Pino al mando de la partida de guerrilleros de Albox y le indique "los pueblos en que su servicio pueda ser de más utilidad para ellos y mayor daño de los enemigos".

El carácter pragmático de los albojenses queda de manifiesto en la Junta celebrada en la plaza el día 21 de marzo con el fin de allegar fondos para ayudar a la partida, arbitrando que "los que no concurriesen a esta reunión pagasen una cuota igual a la mayor que se hubiese asignado voluntariamente para un objeto tan justo y recomendado por la humanidad y por la común defensa de la Patria". La lucha de los patriotas albojenses no fue inútil, ya que el día 24 de julio se recibe un despacho del intendente Ibarrola, firmado en Vera, a fin de que los pueblos no ocupados por el enemigo participen en las elecciones para diputados que han de reunirse en agosto en la isla de León, lo que demuestra que los invasores habían abandonado ya Albox, aunque volvieron a ocuparlo en agosto de 1811 por el Regimiento de Dragones número 16. Los invasores se muestran insaciables. Véase un ejemplo: "Habiéndose presentado en este pueblo las tropas imperiales pidieron la cantidad de 58.750 reales de mensualidades extraordinaria de Generales y, no pudiendo en modo alguno solventar dicho pedido, por la escasez y hambre de los naturales, se llevaron en rehenes a don Juan García Navarro y Don Luis Navarro Cazorla."

Para remediar el hambre, el subprefecto de Baza ordena el cultivo de la patata que, en países fértiles sustituye la falta de varios modos saludables y que produce dos o tres cosechas en cada año. El subprefecto de Baza dice en otro escrito: "Me ha sido muy extraño y escandaloso que esa municipalidad... olvidando en todo sus deberes... no sólo ha desobedecido mis órdenes sino que ni aún ha acusado recibo de ellas... He llegado a entender que en ese pueblo existen muchos vecinos malintencionados y amantes de la anarquía y desorden cuyas ocupaciones son esparcir noticias falsas, revolucionarias y subversivas del buen orden y seducir a los dispersos para que se dediquen al abrigandaje y a la insurrección", o bien: "Habiéndose presentado en esta villa el capitán de las tropas imperiales, pidiendo 1.500 fanegas de trigo y 200 de cebada, cuya entrega ordenó amenazando con las tropas a su mando se había de realizar dentro de veinticuatro horas y que, de lo contrario, sería entregado a su tropa este pueblo."

Este fue el último acuerdo del Ayuntamiento nombrado por el gobierno intruso, dando cuenta de las amenazas anteriores. Era el 14 de septiembre de 1812. La invasión había terminado en Albox. Pero no habían terminado otras invasiones no menos peligrosas, como la propagación de las epidemias, el hambre, la aparición del bandolerismo o las temidas inundaciones.

Plaza del Pueblo

Plaza MayorEn un legajo de más de cien folios se recogen las incidencias de la epidemia de fiebre amarilla, cuyo foco inicial brota en Cartagena y se propaga, implacable, segando vidas, a través de todos los pueblos del Levante español. Hay allí escenas dantescas y situaciones tan tristes como las de esos padres que no pueden recibir en su casa al hijo que regresa malherido de la guerra porque tiene que guardar cuarentena en la rambla, o el del médico de Albox, que, una vez convencido de que ya presenta los síntomas de la enfermedad, pide permiso a la junta de Sanidad para retirarse al lazareto de Cerro Fabián, donde se encontraban su esposa e hijos, ya afectados anteriormente.

El hambre consiguiente a varios años de guerra trae la secuela del bandolerismo, representado aquí por un tal Feliciano, que, unido a Hermenegildo González, de Orce, capitanea una banda de malhechores que cometen múltiples robos en la comarca, por lo que la Subdelegación de Policía de Baza dicta una orden de busca y captura de los mismos, amenazando con severos castigos a todo aquel que les preste ayuda o no comunique su presencia en cualquier lugar tan pronto como la conozcan. Una terrible inundación destrozó este pueblo el día 11 de septiembre de 1892. Para defenderse de ellas, se construyó la muralla que pudo aguantar el empuje de las aguas en las últimas inundaciones de 1973.